miércoles, 24 de febrero de 2010

Introducción a las bonos verdes

BONOS VERDES: INVERSIÓN INTELIGENTE PARA MEJORAR EL MEDIO AMBIENTE
Por: Isaac Aguilar
24-02-2010

Para nadie es un secreto que lo verde, la ecología, es un tema de moda en nuestros días. Las cada vez más alarmantes noticias sobre el calentamiento global y el cambio climático, sean ciertas o no, están contribuyendo al desarrollo de una conciencia creciente en éste ámbito, y la celebración de la Cumbre de Copenhague y los resultados que de la misma se entreven, refuerza esta percepción, ya que, incluso los más escépticos con Kioto, parecen por fin subirse al carro de la preservación del medio ambiente.

Tampoco a nadie se le escapará que, cuando un tema empieza a estar de moda de forma persistente, tiene su reflejo inmediato en los mercados, no sólo como modulador de la actividad financiera, sino como subyacente de vehículos de inversión que van apareciendo al socaire de las nuevas tendencias. Pasó con los War Bonds en 1941, con el petróleo, con el Chip, con Internet…¿se escaparía la conciencia verde de ser objeto de deseo de los inversionistas? Evidentemente, no.

Tras Kioto, se dieron los primeros pasos con la aparición de los mercados de negociación de emisiones, donde los países industrializados podían comprar a los países en desarrollo parte de la cuota de emisión de CO2 que tenían asignada. Posteriormente han aparecido instrumentos de inversión como los Bonos del Carbono y los Bonos Verdes, que acercan a inversores públicos y privados la posibilidad de invertir en sostenibilidad a través de estos mercados.

El funcionamiento en esencia, como el de cualquier bono, es bastante simple: el inversor entrega una cantidad que en el medio-largo plazo se le reintegrará más un determinado beneficio (cupón). La diferencia aquí es que con el dinero que depositan los inversores, se financian proyectos de sostenibilidad.

Como ejemplo concreto, a principios de este año 2009 el banco mundial junto con el banco escandinavo SEB, lanzó su primera emisión de Bonos Verdes, por un importe de 2,325,000 coronas suecas, un plazo de vencimiento a 6 años, y con un rendimiento 0.25 puntos por encima de los bonos del gobierno sueco, dirigido a inversores institucionales. Por esas fechas, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos publicaba también su Green Bonds Concept Paper, en el que se definía la que será primera emisión de Bonos Verdes del Estado de Obama a inversionistas minoristas. Lo más curioso de esta propuesta es que, en contra de lo que ofrecen los bonos del banco mundial a los inversionistas institucionales suecos, se emitirían con un cupón por debajo de mercado. Interesante pulso de la conciencia a la codicia.

¿Estaremos ante una moda temporal o los bonos verdes han venido para quedarse? Sinceramente, creemos firmemente en esto último. Los bonos responden a una necesidad de encontrar financiamiento para los proyectos de mejora de eficiencia energética, de reducción de emisiones, de cuidado del medio ambiente… y estos proyectos son una necesidad en nuestros días. En los próximos años asistiremos por tanto sin duda a un creciente nacimiento de instrumentos de inversión que cubran esta necesidad, cada vez más sofisticados y cada vez más interesantes para el inversor, bien por que le ayuden a dormir más tranquilo, bien porque le ayuden además a dormir más rico. Preparen sus carteras.

Para evitar que continúe la depredación de las áreas verdes con el fin de ampliar parcelas, o bien saquear especies exóticas y madera, se crearon los bonos verdes.

Estos esquemas de financiamiento permiten a los países y las industrias, compensar económicamente sus emisiones de cambio climático, y aportar ese dinero a los habitantes de comunidades rurales de modo que las conserven.

“Al final, es un compromiso social que adquiere un inversor y no es tanto las ganancias de dinero como ayudar a nuestro país a que contamine menos”, expresó David González Fernández, director adjunto de Everis.

Impulsados en 2005, como parte del Protocolo de Kyoto, los bonos verdes se orientan principalmente a conservar zonas con potencial para explotación sustentable o servicios de ecoturismo.

Su intención, además de mejorar el medio ambiente, es ampliar los ingresos locales.

“Un día nada más nos ocupan para trabajar, pues ahí, por cierto día, unos dos días, y ya, ya no tenemos ni a dónde. Pues aquí pagan muy poco, ganamos muy poquito”, comentó Candelario González Hernández, habitante de Sierra Gorda, Querétaro.

Este esquema, no obstante, aún presenta limitantes, en el caso de México debido a la inexistencia de estudios que detallen la capacidad de los ecosistemas para absorber los contaminantes.

“Ese es el objetivo a largo plazo, ir consiguiendo que los ecosistemas también sean reconocidos por los mercados, tanto nacionales como globales”, manifestó Martha Ruiz Corzo, directora de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda.

Aunque para los expertos, la mayor limitante tiene que ver con la voluntad de los gobiernos, las empresas y la banca, para fomentar los bonos. Se estima que para el 2012, en el país no más de 30 empresas se sumarán a estos esquemas, y aportarán más de 30 mil millones de pesos.

“Y al final, el que tengas una manera de invertir tu dinero, que ese dinero se revierta directamente en el desarrollo de tu país, mejora del ambiente, de la contaminación, de que todos respiremos mejor cuando andemos por la calle, creo que ese es el siguiente paso”, expuso David González Fernández.

En el corto plazo se espera una participación lenta de los bonos verdes. En el 2015, representarán sólo el 0.04% de la producción mundial.